Leyla Hamad | 15 Mar 2013
El 6 de febrero se anunció en Yemen la fecha de inicio de la Conferencia del Diálogo para la Reconciliación Nacional: el 18 de marzo de 2013. Se trataba de una fecha emblemática si tenemos en cuenta que ese día se cumplieron dos años de la matanza del Yaum al-Karama, el Día de la Dignidad, en el que murieron 52 manifestantes que pedían la caída del régimen de Saleh tras más de tres décadas en el poder. Aquella matanza condujo a una cascada masiva de dimisiones y deserciones que modificó sustancialmente la correlación de fuerzas durante la revolución yemení y que resultó decisiva para la evolución de los acontecimientos: la firma de la Iniciativa del Golfo, el acuerdo de traspaso de poder entre el partido de Saleh y la principal plataforma de oposición partidista.
Con la elección de esta fecha, el 18 de marzo, el nuevo gobierno parece que quiso hacer un guiño a los jóvenes que impulsaron la revolución, pero la mayoría de estos jóvenes no estaban de acuerdo con la Iniciativa del Golfo y rechazan el Diálogo Nacional. Su posición es clara: mientras se mantenga la inmunidad al ex presidente la reconciliación no es viable y mientras no se atiendan las demandas revolucionarias la revolución habrá sido secuestrada por los políticos y por la comunidad internacional.
Los esfuerzos del gobierno para tratar de involucrar a los jóvenes en el Diálogo son insuficientes: la cuota de representación de los jóvenes en la Conferencia es sólo del 20%. En un país en el que casi el 75% de la población tiene menos de 25 años esta cuota resulta excesivamente baja. Las últimas semanas de febrero asistimosa un incremento de las manifestaciones que exigen que se atienda a las víctimas de la revolución: un grupo de heridos acampado frente a la oficina del Gobierno se ha declarado en huelga de hambre; un hombre se prendió fuego para exigir una segunda revolución que complete la primera.
El gobierno trata de involucrar a los jóvenes pero lo hace sin escuchar sus demandas y lo que es más grave, sin atender a las víctimas de la represión del antiguo régimen y sin juzgar a sus responsables. No debe sorprendernos entonces que los jóvenes se sientan marginados. No se contó con ellos durante la negociación de la Iniciativa y dos años después siguen sin contar con ellos. Por eso, una de las imágenes más difundidas estos días en las redes sociales muestra a una víctima de la represión de 2011 sujetando una pancarta que dice: “[el gobierno] se alzó sobre nuestra sangre y nosotros le suplicamos nuestro tratamiento médico”. Dadas las circunstancias, iniciar el Diálogo de Reconciliación Nacional el día 18 de marzo no es un homenaje a las víctimas, sino un intento por usurpar a los jóvenes su Día de la Dignidad. Una dignidad que las nuevas autoridades no están logrando restituir.