Aranzazu Chacón | 03 Mar 2013
La reciente noticia del ingreso en un hospital militar de Port Sudan (ciudad situada en el Mar Rojo) de sesenta combatientes sirios favorables a al-Assad, parece dar fuerza a las conjeturas que se manejaban estos últimos meses acerca de la estrecha unión que parece estar entablándose entre Sudán e Irán.
El pasado mes de octubre fondearon en el puerto de Port Sudan el buque de aprovisionamiento “Kharg” y la corbeta “Shahid Naqdi” de la armada iraní, pocos días después del ataque aéreo contra la fábrica de armamento de Yarmuk, cerca de Jartum. El bombardeo fue supuestamente ejecutado por Israel en represalia al presunto suministro de armamento de Sudán a las milicias de Palestina.
Aunque las declaraciones del gobierno iraní descartaban cualquier tratamiento especial a Sudán, pese a que ambos firmaron en 2008 un acuerdo militar aún vigente, Irán afirmó que su flota garantizaría la seguridad regional ante las amenazas israelíes.
Aunque los testimonios no son concluyentes y no ha habido declaraciones del gobierno sudanés sobre los medios utilizados para la evacuación de esos heridos, algunos testigos, según informó Radio Dabanga el 5 de febrero, afirmaron que habían sido transportados por una fragata iraní desde un barco hospital ruso que fondeaba en aguas sirias. Pese a que esa operación excede la capacidad de la corbeta “Shahid Naqdi”, el buque iraní de aprovisionamiento “Kharg”, acondicionado adecuadamente, podría haber sido utilizado como medio de transporte. Si esto se confirmase, podría añadir presiones internacionales no solo sobre Irán sino también sobre el Egipto de Mursi, que debería explicar la autorización de paso del buque a través del canal de Suez. Igualmente, Sudán quedaría en el punto de mira por el apoyo que pueda estar prestando al régimen de Bashir al-Assad en la guerra civil siria.
Durante el reciente encuentro en El Cairo de la Organización de Cooperación Islámica (OCI), de la que Rusia es miembro observador, Ahmadineyad declaró que esa alianza era la única opción para los intereses de las naciones y pueblos de la región. Estas declaraciones han sido interpretadas como un movimiento iraní para contrarrestar las relaciones de estos países con Occidente en el momento en que gobiernos de nueva formación establecen sus políticas exteriores.
Además la declaración final de este encuentro responsabilizó a Bashir al-Assad por la violencia y pidió a Naciones Unidas que asumiera sus responsabilidades. Ante esta postura, Irán ha mostrado reservas alineándose con la postura de Rusia que ha bloqueado las resoluciones de intervención del Consejo de Seguridad de ONU.
Durante esta misma sesión, Omar al-Bashir y Ahmadinejad llegaron al acuerdo de incrementar la inversión iraní en Sudán. El afianzamiento de los vínculos sudaneses con el país shií parece crear ciertas tensiones internas en Sudán ya que hace peligrar las donaciones de los países del Golfo y Arabia Saudí, también productores de petróleo, hacia los que Bashir se inclinó cuando perdió el control absoluto sobre las explotaciones petroleras en el recién separado Sudán del Sur.
La red de colaboración iraní-ruso-siria parece haber encontrado otro socio regional: Sudán. El pasado político anti-occidental de Sudán (acusado de dar cobijo a islamistas como Bin Laden en la década de los noventa) y su localización estratégica (siendo el país enlace entre el convulso Sahel y la salida al Mar Rojo) pueden haber convertido al gobierno de al-Bashir en un aliado necesario.