La línea dura se impone en el Parlamento iraní

Fuente: 
La Vanguardia
Fecha de publicación: 
01 Jun 2020

Estaba cantado que el nuevo Parlamento iraní quedaría en manos del sector más conservador e incluso radical del país, que se opone a las políticas del actual Gobierno. Así lo había sentenciado el resultado de las elecciones del pasado 21 de febrero –que pasarán a la historia por su baja participación–, donde miles de candidatos reformistas, pero especialmente moderados afines al Gobierno, habían sido descalificados por el Consejo de Guardianes. Lo que no estaba tan claro era si el exalcalde de Teherán y tres veces candidato presidencial, Mohamed Baqer Galibaf, lograría hacerse con el cargo de portavoz, como terminó por ratificarse ayer cuando fue elegido con 230 de los 264 votos.

La elección de Galibaf, un guardia revolucionario que luchó en la guerra contra Irak y más tarde fue comandante de la policía de Teherán, tiene muchas lecturas en el escenario político iraní, donde las fichas se vienen reacomodando desde hace meses frente al escenario de las elecciones presidenciales del 2021, a las que Hasan Rohani ya no podrá presentarse. Sería muy poco probable que un candidato de corte moderado (ya ni hablar reformista) tuviera opciones de retener el cargo de presidente. Una de las razones está relacionada con el desprestigio de Rohani –y por ende, del campo político que representa– frente a ese inmenso grupo de la sociedad que lo votó con la esperanza de mayor apertura social y oportunidades económicas.

“Ellos mismos han destruido su teatro. Nos motivan para votar con la ilusión de que unos candidatos son mejores que otros, pero al final son lo mismo. Rohani nos engañó a todos”, decía ayer Ramin, un economista de 32 años que también se lamentaba de que Galibaf fuera el nuevo portavoz: “La gente no confía en él, perdió las elecciones tres veces, y ahora lo ponen ahí en uno de los cargos más importantes”.

Para entender la victoria de los conservadores, y de Galibaf, es necesario sumar la apatía de la población hacia la clase política al control férreo que ejerce el Consejo de Guardianes, ese exclusivo comité de doce clérigos que evalúa las credenciales religiosas y revolucionarias de los candidatos y que ha terminado por moldear el perfil de los políticos que tienen cabida en las instituciones por voto popular.

En esta ocasión más de 8.000 precandidatos fueron descalificados, entre ellos nombres tan de las profundidades del régimen como Ali Motahari, hijo de uno de los clérigos más famosos de la Revolución. Motahari, que con los años se fue convirtiendo en un supuesto político moderado, está lejos de ser un hombre de ideas liberales. Pero aun así no se clasificó, a pesar de que hasta hace pocos días ocupaba el cargo de viceportavoz del Parlamento. Hoy ese cargo lo ocupan dos conservadores de la línea dura, que es la que dominará no solo este Parlamento sino también el sector judicial, a cargo del clérigo Ibrahim Raisi. Lo irónico es que tanto Raisi como Galibaf fueron los dos grandes competidores de Hasan Rohani en las elecciones del 2017. Y, más irónico aún, ambos juntaron sus candidaturas al final de la contienda para intentar derrotar al presidente, a quien criticaban, entre otras cosas, la manera en que negoció el acuerdo nuclear.

Ahora que todas las fichas se mueven para que los conservadores retomen el control de las instituciones, Raisi y Galibaf ocupan los dos puestos más importantes del país después del de líder supremo y el presidente. Galibaf reemplaza a Ali Larijani, uno de los integrantes de ese clan familiar que ha ocupado algunos de los más altos cargos del régimen. Larijani, que había servido de intermediario entre Rohani y el Parlamento, había decidido no presentar su candidatura por motivos todavía inciertos, aunque se dice que está en la carrera por ocupar la secretaría del Consejo Supremo de Seguridad Nacional, el ente donde se toman las decisiones sobre la seguridad de Irán, incluyendo Siria, Líbano o Irak. En otro movimiento de fichas, el líder supremo, lo nombró ayer su asesor.