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El 1 de noviembre, fecha emblemática en Argelia por ser la celebración del levantamiento nacionalista contra la colonización francesa y no casualmente elegida para estas elecciones (como puede apreciarse en el cartel de propaganda oficial más abajo), están llamados a las urnas unos 25 millones de argelinos y argelinas para pronunciarse sobre el proyecto de revisión constitucional que aprobó el pasado 10 de septiembre el parlamento argelino.

Las elecciones presidenciales del 12 de diciembre fueron de todo menos normales. El movimiento de protesta popular conocido como Hirak argelino había conseguido hasta entonces provocar la dimisión del longevo y enfermo presidente Buteflika y la anulación por dos veces de las elecciones presidenciales (abril y julio). Estas habían sido retrasadas sine die hasta que se dieran circunstancias más propicias.

Puede parecer una frase hecha y muy manida, pero vistas las circunstancias y una vez que uno las compara con la historia política del país en los últimos 30 años, la afirmación no puede ser más certera. Así lo ha comprendido también el mismo Ministro de asuntos exteriores de Francia, Jean-Yves Le Drien, quien declaró hace unos días que Argelia se encuentra en un momento histórico.

Si no se remedia, Argelia va camino de crear una situación de casi imposible resolución, hacer elegir un presidente enfermo y ausente durante otros cinco años (2019-2024) con una enorme oposición popular. La sociedad argelina no tolera esta humillación y ha empezado a movilizarse de forma masiva, pese a las prohibiciones y restricciones existentes. Las marchas masivas del 22 de febrero han tenido como consecuencia el lanzamiento del Movimiento Popular 22 de Febrero (Hirak 22 fevrir), cuyo lema es la oposición al quinto mandato presidencial: “la li ‘uhda al-jamisa”.