La segunda ola revolucionaria

Una manifestante pide que la Constitución refleje los derechos de los mártires. Flickr Moudbarthez

El presidente egipcio Mohamed Mursi ha aprovechado el “éxito” de su mediación en el reciente conflicto entre Israel y Hamas para llevar a cabo un “autogolpe”. En un contexto de “Mursimanía”, con análisis elogiosos en la prensa internacional sobre su figura y su pragmática política exterior, el presidente Mursi anunció el pasado 22 de noviembre, a través de su portavoz, Yaser Ali, una nueva declaración constitucional de siete artículos que le sitúa por encima de la ley y las instituciones. A través de esta declaración, justificada para proteger al Estado de elementos del antiguo régimen y alcanzar los objetivos de la revolución, Mohamed Mursi asume unas competencias presidenciales absolutas y concentra en su figura tanto el poder ejecutivo, como el legislativo y el judicial. Conviene recordar que Mursi fue el candidato de repuesto presentado en el último momento por el partido político de los Hermanos Musulmanes, Libertad y Justicia, y que obtuvo poco más del 51% de los votos en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, con un 52% de participación. Es decir, que no contó con un respaldo social excesivamente amplio. Sin embargo, desde que tomó posesión de su cargo hace cinco meses, Mohamed Mursi ha gobernado sin buscar consensos y desviando la atención de los problemas internos del país hacia conflictos regionales como el de Gaza, tal y como hacia su predecesor, el depuesto Hosni Mubarak.

En un contexto de creciente descontento frente a su gestión, este golpe de fuerza del presidente Mursi ha provocado que la oposición liberal y secular habitualmente fragmentada se haya unido en su contra. Ha conseguido que la judicatura, la prensa y las fuerzas revolucionarias vuelvan a ocupar las calles y plazas de diferentes ciudades egipcias para exigir la retirada del “decretazo”. Los principales líderes de la oposición, el Nobel de la paz Mohamed El Baradei, el naserista Hamdin Sabahi y el ex secretario general de la Liga Árabe, Amr Mousa, entre otros, han creado un “Frente de Salvación Nacional”. Por primera vez tras la caída de Mubarak han emitido un comunicado conjunto y parecen erigirse como un frente común ante esta batalla contra Mursi y los Hermanos Musulmanes. Entre sus reivindicaciones está la retirada de la declaración constitucional y la disolución de la Asamblea Constituyente. Otros grupos de la oposición van más allá y exigen la dimisión del presidente y la formación de un consejo presidencial que dirija el país hasta la elección de un nuevo presidente, de un nuevo Parlamento y de una asamblea que redacte una nueva Constitución.

Las fuerzas revolucionarias han vuelto a ocupar la simbólica plaza Tahrir donde se escucha de nuevo “el pueblo quiere que caiga el régimen”. Los egipcios y las egipcias ya no aceptan los excesos de sus gobernantes y exigen un verdadero Estado de Derecho. Para no repetir los errores del pasado, tanto Mursi como las potencias internacionales deberían escuchar las peticiones de los ciudadanos egipcios en vez de optar por ese modelo de estabilidad basado en el autoritarismo y el abuso del poder.